miércoles, 17 de septiembre de 2014

QUÉ DEBE COMER PARA EVITAR EL CANCÉR

Imagine que dejar de consumir ciertos alimentos pudiese llevar a las células cancerosas hasta la inanición...
De esta forma, el tumor que está en pleno crecimiento se detendría de inmediato. Al estar privado de alimentos, empezaría a consumirse y encogerse, hasta desaparecer. Según algunos investigadores, en algunos casos este sueño puede llegar a convertirse en realidad.
Ahora verá qué es lo que necesitan las células cancerosas para subsistir.

Las células pueden funcionar gracias a dos combustibles
Las células disponen de dos tipos de combustible: la glucosa y los ácidos grasos. Las células tienen que quemar estos combustibles para transformarlos en energía celular (ATP o adenosín trifosfato). Para ello necesitan oxígeno, que les llega a través de la respiración y la sangre.
El combustible y el oxígeno se queman en el interior de la célula, en las mitocondrias, que son unas “minifábricas” ubicadas dentro de las células y encargadas de producir la energía celular. Las mitocondrias pueden funcionar o bien con oxígeno y glucosa, o bien con oxígeno y ácidos grasos.
Cuando el oxígeno escasea
Sin embargo, las mitocondrias no disponen siempre del oxígeno suficiente. Por ejemplo, cuando corremos muy rápido y nos falta el aire, a nuestras células les falta oxígeno.
Por suerte, podemos seguir corriendo a pesar de todo, ya que nuestras células son también capaces de producir energía sin oxígeno, mediante un proceso metabólico intracelular anaeróbico, que les permite funcionar cuando no hay oxígeno. Sin embargo, sólo es posible con glucosa (y no con ácidos grasos).
Las células cancerosas son adictas a la glucosa
Las células cancerosas, que son muy agresivas, se reproducen con rapidez y pueden abundar en una misma zona, prefieren el metabolismo intracelular anaeróbico para poder funcionar.
Pero por otro lado, éste no es posible con los ácidos grasos, lo que significa que las células cancerosas requieren un gran aporte de glucosa. De hecho, necesitan 20 veces más glucosa que una célula sana. Hasta tal punto es así que el escáner PET (que es el que permite ver un tumor tras inyectar material radiactivo en una vena, que captan las células del cáncer y el escáner transforma en imágenes) puede servir para detectar el cáncer en un organismo observando únicamente aquellas células que consumen más glucosa.
Así, a las células cancerosas lo único que les interesa es encontrar glucosa a cualquier precio, como si fueran toxicómanos, y como tales se olvidan de su entorno.
Cuando sólo disponen de ácidos grasos, están abocadas a la inanición. De esta forma, la producción de energía celular desciende y las células cancerosas pierden su agresividad y su capacidad multiplicadora.
No ocurre lo mismo con otras células del cuerpo (como las del cerebro, el corazón y otros músculos), capaces de sobrevivir únicamente gracias a los ácidos grasos, pues su comportamiento es menos frenético.

Cáncer en cascada
La glucosa es, por tanto, el verdadero combustible de las células cancerosas. Además, la ingesta excesiva de azúcar también incrementa el riesgo de cáncer por otras vías:
  • El metabolismo anaeróbico de glucosa en las células produce ácido láctico, que a su vez produce una acidificación de los tejidos cancerosos, lo que favorece aún más el crecimiento del tumor.
  • A mayor ingesta de azúcar, mayor será su nivel de azúcar en sangre y más insulina fabricará su páncreas. Y es que la insulina estimula la producción de una molécula llamada Insulin-like growth factor-1 (IGF, factor de crecimiento similar a la insulina), una potente hormona responsable de la proliferación no sólo de las células sanas, sino también de las cancerosas.
  • Esto es lo que ha llevado a varios investigadores a proponer un régimen sin glúcidos, llamado régimen cetógeno, para ayudar a los pacientes con cáncer.
Reduzca su riesgo a contraer cáncer
Sin tener que llegar a un régimen cetógeno, una alimentación pobre en glúcidos resulta beneficiosa tanto para prevenir el cáncer como para mejorar su tratamiento. Esto es lo que hay que hacer para reducir el riesgo de alimentar un tumor hambriento de glucosa:
  • Reduzca su consumo de alimentos transformados e industriales, como los platos preparados, las harinas refinadas (blancas) y los alimentos que se fabrican con ellas (pan de molde, pan blanco, bollería y pastas blancas), así como las bebidas azucaradas y zumos.
  • Coma cereales en cantidades que se adapten a su actividad física (puede evitar comerlos si no hace deporte).
  • Haga de su plato una paleta de colores: verduras y frutas variadas en color son ricas en antioxidantes y disminuyen las inflamaciones (arándanos, uva roja, tomates y verduras verdes). Hay varias excepciones, por supuesto, como la coliflor, el rábano silvestre y los espárragos, que aunque son blancos resultan excelentes para la salud.
  • Evite en la medida de lo posible las parrilladas y las frituras.
  • Priorice los productos grasos de gran calidad: pescado graso pequeño, nueces de todo tipo, aceite de oliva virgen extra, aguacates, huevos ecológicos (enriquecidos con omega 3 si es posible).
  • Evite los productos grasos industriales (vinagretas, mayonesas de todo tipo y, por supuesto, todas las galletas de aperitivo tostadas y saladas).
  • Adapte su modo de vida para reducir las causas de estrés; cambie de trabajo, de ciudad y de actividades si éstas no le permiten llevar una vida suficientemente relajada.
  • Reduzca el uso de productos tóxicos que puedan penetrar en su cuerpo (productos de limpieza, barnices, colas y plásticos).tome una o dos copas de buen vino al día, a poder ser tinto.
Régimen sin glúcidos contra el cáncer
En 2007, la doctora Melanie Schmidt y el biólogo Ulrike Kämmerer llevaron a cabo un estudio clínico con pacientes enfermos de cáncer en el hospital de Wüzburg, en Alemania. Los pacientes siguieron un régimen cetógeno, muy pobre en glúcidos y rico en grasas y proteínas. Nada de azúcares, cereales, pasteles, pasta, arroz, patatas, muy poca fruta, sólo carne y pescados grasos, huevos enteros, nueces, aceite de oliva y de lino y ciertas verduras.
Pero esto no era novedoso. Ya en 1924, el doctor Otto H. Warburg (premio Nobel en 1931) había publicado sus observaciones sobre los tumores y concluía así: "Una alimentación rica en glúcidos estimula enormemente el crecimiento de las células cancerosas".
Los dos investigadores de Würzburg se toparon entonces con un gran escollo. El hospital sólo les autorizó probar el régimen cetógeno en aquellos pacientes que hubiesen agotado todas las terapias convencionales contra el cáncer: cirugía, radiación, quimioterapia e incluso terapias alternativas como la hipertermia y la autohemoterapia (sangre venosa reinyectada por vía muscular).
Es decir, que los pacientes ya se encontraban en muy mal estado de salud. Padecían cáncer de ovarios, de mama, de las glándulas parótidas, de huesos, de páncreas, de tiroides, de esófago y tumores agresivos del sistema nervioso resistentes a los tratamientos clásicos. Dos de ellos fallecieron en menos de un mes tras el inicio del estudio, otro lo dejó porque consideraba excesivamente difícil privarse de bebidas azucaradas y cereales, y otros seis lo dejaron por motivos personales. Otros dos pacientes dejaron prematuramente el estudio debido a un empeoramiento brusco de su estado de salud.
Sin embargo, los cinco pacientes que siguieron el régimen sin glúcidos durante tres meses mostraron resultados positivos. Los pacientes siguieron con vida, su condición física se estabilizó o mejoró, su tumor dejó de crecer y la enfermedad consiguió estabilizarse.
La eficacia del régimen cetógeno reside en el riguroso seguimiento de una alimentación lo más pobre posible en glúcidos (azúcares). Cuando los glúcidos escasean, el cuerpo produce cuerpos cetónicos derivados de las grasas que pueden proporcionar energía al cuerpo y al cerebro, pero un tipo de energía apenas utilizada por las células cancerosas. Bien es cierto que, en el estudio de los investigadores de Würzburg, sólo dos pacientes consiguieron reducir suficientemente su consumo de glúcidos como para producir abundantes cuerpos cetónicos. Estos resultados preliminares son en cualquier caso destacables y los investigadores dejan entrever una solución alternativa para el tratamiento del cáncer sin esperar a que se llegue al estado terminal de la enfermedad.

Dos niños que se han beneficiado de la dieta cetógena
La primera experiencia humana con dieta cetógena aplicada en un tratamiento contra el cáncer la realizó en 1995 la oncóloga Linda Nebeling en dos niños que padecían tumor cerebral. Linda Nebeling trabaja actualmente en el Instituto Nacional del Cáncer en Estados Unidos.
Los dos reaccionaron de manera positiva, y en uno de ellos la progresión de la enfermedad se detuvo totalmente.
Resulta imposible sacar conclusiones generales a partir de una muestra tan reducida. Sin embargo, multitud de equipos médicos de todo el mundo se interesan hoy por el régimen cetógeno.
En 2012, el doctor Thomas Graeber, profesor de farmacología molecular y médica, publicó con sus compañeros de equipo un estudio que mostraba que la privación de glucosa activa un bucle de amplificación metabólica y de señalización que conduce a las células cancerosas a la muerte. 
Diversos estudios publicados en verano del 2013 en la revista Plos One señalan que las ratas cancerosas sometidas al régimen cetógeno mejoraban su supervivencia en comparación con un grupo testigo no sometido a ese régimen.
Combinado con un tratamiento mediante oxígeno hiperbárico, consistente en saturar las células cancerosas con oxígeno, la supervivencia de los animales aumentó en un 78 %. 
Estos resultados abren sin duda una vía de esperanza para los enfermos.
Advertencias indispensables
Hay que tener en cuenta que el régimen cetógeno causa algunos problemas, hasta el punto de que no debe seguirse sin supervisión médica. Puede provocar fatiga severa, porque el cuerpo necesita habituarse a este nuevo funcionamiento de las reservas de azúcar. El régimen cetógeno presenta también un déficit de:
  • fibra: provoca estreñimiento (o, paradójicamente, diarrea), que se puede contrarrestar con la ingesta de complementos alimenticios a base de fibras como el psilio o la pectina.
  • potasio: la mayor parte del potasio nos llega de las frutas y verduras, fuentes de glúcidos. Por ello debe tomarse un complemento de potasio o primar la ingesta de verduras pobres en glúcidos (col rizada, espárragos, berenjenas, pepino, brócoli, apio, lechuga, puerros y berros) y los aguacates.
Pero, sobre todo, el régimen cetógeno no debe seguirse en los siguientes casos:
  • insuficiencia renal, hepática o cardiaca, así como en caso de infarto reciente.
  • diabetes insulinodependiente y no dependiente sin supervisión médica.
  • durante el embarazo y la lactancia.
  • por cualquier persona durante más de 4 semanas sin supervisión médica.
  • en periodo de crecimiento (niños y adolescentes).
  • durante un tratamiento diurético o con corticoides sin supervisión médica.
  • en caso de trastornos del comportamiento alimentario.
  • después de una intervención quirúrgica.
  • en caso de enfermedad metabólica de los ácidos grasos (porfiria, déficit de piruvato carboxilasa y otras enfermedades genéticas raras).



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